viernes, octubre 19
EL FIN DEL POTEMKIN, DE MISAEL BUSTOS, GANA EL TERCER FESTIVAL CINEMIGRANTE
El documental argentino El fin de Potemkin, del director
Misael Bustos, fue el ganador de la tercera edición de CineMigrante. El
festival, que finalizó ayer en Buenos Aires, alcanzó una gran participación del
público superando los 6300 espectadores en sus salas durante las funciones y
las actividades de debate y formación de la programación.
El galardón fue recibido por el director del largometraje,
Misael Bustos, de manos de los integrantes del jurado, que este año estuvo
compuesto por el realizador argentino Pablo Giorgelli, el portugués André
Santos y la periodista Mariana Carbajal , y de la directora de CineMigrante,
Florencia Mazzadi.
El film ganador narra la historia de Viktor quien en 1991,
tras la disolución de la Unión Soviética , queda abandonado en Mar del Plata
con el barco pesquero en el que trabajaba. Sin rumbo y sin nación, el marinero
emprende el desafío de sobrevivir en un país extraño y veinte años después, sin
haber regresado a su patria y a la familia que dejó atrás, continúa peleando
por subsistir en el destierro.
El jurado otorgó además dos menciones especiales. La primera
de ellas fue para Ulises, una coproducción chileno-argentina del realizador
Oscar Godoy que cuenta la historia de Julio, un emigrante peruano en Chile que
ha viajado para cambiar su vida. La segunda mención del jurado fue para el
documental Au Pair (Dinamarca) de Heidi Kim Andersen y Nicole Horanyi, que
sigue a tres chicas filipinas que dejan a sus familias y tratan de forjar un
futuro mejor en el extranjero.
Por otra parte, se otorgó el premio especial SIGNIS cuyo
ganadora fue Imagining Emanuel, de Thomas A. Østbye, un documental proveniente
de noruega que indaga sobre la construcción de la identidad y que al mismo
tiempo expone el proceso de observación y la forma en que se forja la
credibilidad en un documental.
CineMigrante fue co-organizada por el Centro Cultural de la
Cooperación (CCC), el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y el
Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y se desarrolló en
tres sedes de la ciudad de Buenos Aires, con entrada libre y gratuita: CCC,
Cine Gaumont y CCEBA.
sábado, octubre 13
ROSENFELD SE METE EN EL ESPEJO DE SILVINA OCAMPO
Daniel
Rosenfeld acepta el desafío de llevar al cine una obra de la escritora
Silvina Ocampo en el filme “Cornelia frente al espejo”, con Eugenia
Capizzano, además coguionista, Rafael Spregelburd, Leonardo Sbaraglia y
Eugenia Alonso, que sigue en cartel en varias salas de la ciudad de Buenos Aires.
Para
algunos, dueña de un lenguaje literario intraducible, Ocampo
(1903-1993) ya había sido llevada a la pantalla grande en cuatro
oportunidades (Marcos Madanes, Arturo Ripstein, Carlos Hugo Christensen y
Alejandro Maci) y esta vez Rosenfeld lo hace a partir de los diálogos
del relato homónimo publicado en 1988 por Tusquets, y Premio del Club de
los 13.
“Es un cuento escrito en forma de diálogo, y con Eugenia nos enamoramos de ese material, descubrimos de que parte de esa riqueza tenía que ver en las formas en que estaba construido, y queríamos que ese texto maravilloso estuviera en la película, más allá de nuestro aporte de interpretación cinematográfica”, explicó Rosenfeld.
El relato, que como otros de las cosechas anteriores de Ocampo, tiene claras referencias al surrealismo, y a escritores como Lewis Caroll y Katherine Mansfield, cuenta la historia de una joven mujer dispuesta suicidarse, pero que una y otra vez es interrumpida por personajes rodeados por un aura mágica que la detienen: una niña, una mujer, un ladrón y un amante.
“Algo importante era trabajar los primeros planos con los actores, porque no se trata de una obra de teatro, los encuadres… Lo más fascinante de todo es meterte dentro del mundo de un autor, tener la percepción de que estás conociendo a alguien. Fue difícil y con cierto riesgo de ir por un lugar que no sabíamos si era posible transitar”, dice el cineasta.
Según Rosenfeld, “Había algo inherente al relato de Silvina y a ese mundo que tenía que ver con las digresiones en el sentido cómo describe y relata el tiempo de una manera distinta, no es una línea directa hacia un solo lugar, es algo que se va abriendo, hay algo de eso en el cuento que nosotros queríamos rescatar en la adaptación”.
“La cuestión era cómo traducir este tema de como transcurre el tiempo dentro de esa casa, que es diferente, como si esas palabras y esos fantasmas estuvieran enredadas entre las paredes”, insiste Rosenfeld que contó con dirección de fotografía de Matías Mesa, recordado por “Agua” y “Viaje Sentimental”, de Verónica Chen, entre otras y música del chileno Jorge Arriagada.
La vieja casona vacía, apenas poblada por unos pocos muebles, algunas esculturas que asemejan muñecas, pisos de roble desprolijo y polvoriento, rayos de luz que se atreven a sorprender la soledad de las habitaciones y el apenas perceptible repiqueteo de las ratas por las carpinterías acompañan estos encuentros de Cornelia con sus fantasmas, en el espejo.
La esencia literaria de la menor de las Ocampo (su hermana fue Victoria Ocampo), la presencia del caserón y los niños, los recuerdos que invaden presentes angustiantes y textos que sorprenden por sus múltiples interpretaciones pero siempre atravesados por señales de unas poesía arrolladora, aparecen en el guión, a cuatro manos, de Rosenfeld y Capizzano.
Rosenfeld tiene 39 años, estudió piano, edición y puesta en escena, actuación y tomó seminarios con cineastas de la talla de Kriszystof Kieslowsky, Stephen Frears, Anthony Minghella y Abbas Kiarostami, fue asistente de dirección, por ejemplo de Alejandro Agresti y productor asociado de “Buena Vida Delivery”, antes de lanzarse a la dirección.
De sus comienzos detrás de las cámaras son obras como el documental “(Dino) Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos” (2000), y “La quimera de los héroes” (2003), que tuvo un largo y premiado recorrido festivalero, la segunda fue su encuentro con Capizzano en el guión, quien fue la primera que descubrió el potencial cinematográfico del relato de Ocampo.
Capizzano es una actriz con trayectoria, primero teatral, “Cuinera tropical”, “La paz del hogar”, “Qué hicimos”, y en cine trabajó en “¿Sabés nadar?”, de Diego Kaplan, con Nicolás Alzabert en “Si yo fuera un helecho…”; junto a Isabelle Huppert en “Médée Miracle” y también a las órdenes de Daniel Burman como la odontóloga de “El nido vacío”.
“Ella está en toda la película, y además no hay diálogos improvisados, un tema que no es sencillo de resolver porque tiene que haber algo verdadero pero a la vez no coloquial, y eso para Eugenia y el resto de los actores fue una aventura…”, cuenta Rosenfeld apropósito de su filme, un nuevo y necesario acercamiento a la obra de Silvina Ocampo.
“Es un cuento escrito en forma de diálogo, y con Eugenia nos enamoramos de ese material, descubrimos de que parte de esa riqueza tenía que ver en las formas en que estaba construido, y queríamos que ese texto maravilloso estuviera en la película, más allá de nuestro aporte de interpretación cinematográfica”, explicó Rosenfeld.
El relato, que como otros de las cosechas anteriores de Ocampo, tiene claras referencias al surrealismo, y a escritores como Lewis Caroll y Katherine Mansfield, cuenta la historia de una joven mujer dispuesta suicidarse, pero que una y otra vez es interrumpida por personajes rodeados por un aura mágica que la detienen: una niña, una mujer, un ladrón y un amante.
“Algo importante era trabajar los primeros planos con los actores, porque no se trata de una obra de teatro, los encuadres… Lo más fascinante de todo es meterte dentro del mundo de un autor, tener la percepción de que estás conociendo a alguien. Fue difícil y con cierto riesgo de ir por un lugar que no sabíamos si era posible transitar”, dice el cineasta.
Según Rosenfeld, “Había algo inherente al relato de Silvina y a ese mundo que tenía que ver con las digresiones en el sentido cómo describe y relata el tiempo de una manera distinta, no es una línea directa hacia un solo lugar, es algo que se va abriendo, hay algo de eso en el cuento que nosotros queríamos rescatar en la adaptación”.
“La cuestión era cómo traducir este tema de como transcurre el tiempo dentro de esa casa, que es diferente, como si esas palabras y esos fantasmas estuvieran enredadas entre las paredes”, insiste Rosenfeld que contó con dirección de fotografía de Matías Mesa, recordado por “Agua” y “Viaje Sentimental”, de Verónica Chen, entre otras y música del chileno Jorge Arriagada.
La vieja casona vacía, apenas poblada por unos pocos muebles, algunas esculturas que asemejan muñecas, pisos de roble desprolijo y polvoriento, rayos de luz que se atreven a sorprender la soledad de las habitaciones y el apenas perceptible repiqueteo de las ratas por las carpinterías acompañan estos encuentros de Cornelia con sus fantasmas, en el espejo.
La esencia literaria de la menor de las Ocampo (su hermana fue Victoria Ocampo), la presencia del caserón y los niños, los recuerdos que invaden presentes angustiantes y textos que sorprenden por sus múltiples interpretaciones pero siempre atravesados por señales de unas poesía arrolladora, aparecen en el guión, a cuatro manos, de Rosenfeld y Capizzano.
Rosenfeld tiene 39 años, estudió piano, edición y puesta en escena, actuación y tomó seminarios con cineastas de la talla de Kriszystof Kieslowsky, Stephen Frears, Anthony Minghella y Abbas Kiarostami, fue asistente de dirección, por ejemplo de Alejandro Agresti y productor asociado de “Buena Vida Delivery”, antes de lanzarse a la dirección.
De sus comienzos detrás de las cámaras son obras como el documental “(Dino) Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos” (2000), y “La quimera de los héroes” (2003), que tuvo un largo y premiado recorrido festivalero, la segunda fue su encuentro con Capizzano en el guión, quien fue la primera que descubrió el potencial cinematográfico del relato de Ocampo.
Capizzano es una actriz con trayectoria, primero teatral, “Cuinera tropical”, “La paz del hogar”, “Qué hicimos”, y en cine trabajó en “¿Sabés nadar?”, de Diego Kaplan, con Nicolás Alzabert en “Si yo fuera un helecho…”; junto a Isabelle Huppert en “Médée Miracle” y también a las órdenes de Daniel Burman como la odontóloga de “El nido vacío”.
“Ella está en toda la película, y además no hay diálogos improvisados, un tema que no es sencillo de resolver porque tiene que haber algo verdadero pero a la vez no coloquial, y eso para Eugenia y el resto de los actores fue una aventura…”, cuenta Rosenfeld apropósito de su filme, un nuevo y necesario acercamiento a la obra de Silvina Ocampo.
"INFANCIA CLANDESTINA", DE BENJAMÍN ÁVILA, DISPUTARÁ UN LUGAR ENTRE LAS CANDIDATAS A LOS PREMIOS OSCAR
La película “Infancia clandestina”, opera prima de Benjamín Ávila que viene de competir en San Sebastián y de ganar el premio mayor del primer Festival Unasur Cine, fue elegida por la Academia de Cine y Artes Audiovisuales de la Argentina como su representante para disputar un lugar entre las candidatas al Oscar a Mejor Película Extranjera.
"Infancia clandestina" logró 19 votos, seguida en
principio cabeza a cabeza por "El último Elvis", de Armando Bo
(nieto) con 18, y en tercer lugar "Elefante Blanco", de Pablo
Trapero, con 14 votos.
La película de Ávila, que protagonizan Natalia Oreiro y Ernesto
Alterio, y cuenta con la sorprendente actuación del niño debutante Teo
Gutiérrez Moreno, abrió la sección Horizontes Latinos de la 60ma. edición del Festival
de San Sebastián y ganó el premio al mejor largometraje del primer Festival
Unasur Cine, que se llevó a cabo en la provincia de San Juan.
En su primer filme, el cineasta y productor miembro del PCI
aborda el drama de su propia infancia, a través de un niño que sufre en carne
propia ser hijo de militantes montoneros durante la última dictadura militar.
“La película está
basada en hechos reales pero no es autobiográfica ni literal. Hay muchas cosas
que son ficción y lo que sucedió realmente está modificado para ese relato”,
afirmó el cineasta, quien a sus siete años vivió varias de las peripecias que
se desarrollan en la película, como adoptar otro nombre y personalidad, vivir
en la clandestinidad junto a sus padres y sufrir interrogatorios.
Emotiva desde el tratamiento humano de su temática, con
grandes actuaciones y una puesta en escena cinematográfica sólida y atractiva,
“Infancia clandestina” sigue los pasos de Juan, un niño que regresa en 1979
desde su exilio en Cuba para reencontrarse con sus padres, cuadros de peso en
la organización Montoneros, que en ese momento preparaba una contraofensiva
armada contra la dictadura militar.
Desde su mirada infantil, Juan -alias Ernesto, en homenaje a
su ídolo, el Che Guevara- asiste a la gravísima situación que vivía el país en
aquella etapa, sufre las dificultades propias de la clandestinidad y su doble
identidad, se enamora de una compañera del colegio y expresa sus momentos más
difíciles y violentos en imágenes inconscientes plasmadas en excelentes
secuencias de dibujos animados.
El director de “Nietos” -un documental sobre hijos de
desaparecidos cuya identidad fue restituida por Abuelas de Plaza de Mayo -
señaló que “siempre tuve claro que no era una película egocéntrica y que no era
yo el protagonista, sobre todo porque quería decir muchas cosas y dar una
mirada y un planteo de emociones nuevos con respecto a aquel momento
histórico”.
“El tema de la película son las emociones y la importancia
de las emociones en las ideas; no el concepto de las ideas, sino las emociones
que provocaban esas ideas. En esa época hubo una cuestión emocional muy
profunda, con conceptos muy vitales y no tan dogmáticos”, explicó Ávila, quien
está orgulloso de haber contado con la producción de Luis Puenzo para hacer
esta película basada en hechos reales.
Para el cineasta, el padre (César Troncoso) y el tío
(Alterio) de Juan, que forman parte de la misma organización, encarnan “dos
maneras diferentes de encarar la vida y la revolución que se estaba gestando,
porque cuando uno levanta una bandera corre el riesgo de ser duro y dogmático o
puede parecer blando por apelar al corazón y las emociones”.
“Infancia clandestina (o lo que puede imaginar un niño en la
clandestinidad de una Argentina convulsionada)” era el título del proyecto
original de Ávila, que busca mostrar una mirada diferente sobre el papel de
Montoneros en la situación sociopolítica de aquella época, a través de las
emociones y la historia de amor de un niño obligado a vivir un crecimiento
forzado y una adultez prematura.
“No quería exorcizar con la película nada de mi vida
personal, porque eso lo hago con mi psicólogo. Era un compromiso personal,
tenía que hacerla, era un deber íntimo, y mi intención era reivindicar esta
manera de entender la vida, de jugarse por un ideal pero desde las emociones”,
insistió el realizador.
Con la participación especial de Cristina Banegas, como la
abuela de Juan, la película también habla, según consignó Ávila, de “las
generaciones que estaban separadas por los miedos. Mis abuelos tenían una
relación con su cotidiano más burguesa y acomodaticia, mientras que la
generación de los 60 y 70 se jugó por un ideal y empezó a luchar para que el
mundo dejara de ser de ese modo”.
“Yo hubiera querido ser joven en aquella época. Tener ese
nivel de fe y compromiso, la seguridad de que estás cambiando el mundo, era
todo. Hoy esas palabras parecen huecas. Si en aquella época estaba en juego
todo y valía la pena pelear por los sueños, hoy son muy pocos los que se juegan
a fondo por sus ideales”, advirtió el cineasta, quien además interpreta a un
interrogador del niño protagonista.
“Ese cameo fue fuerte por muchas razones, porque sentía que
ponerme en el lugar del otro me iba a ayudar a diluir ese miedo innato que uno
tiene a que lo maten. Cuando te enfrentás a situaciones en las que podrías
haber muerto realmente, queda sembrado en tu interior un lugar del temor y el
pánico que quizás sea el mismo que quedó sembrado en la sociedad entera”,
opinó.
Para Ávila, lo que sucedió desde aquella época es que “las
ideas se vaciaron de posibilidades. Todos ahora saben que no se puede cambiar
el mundo. Se pasteurizó todo, se juegan juegos cínicos con supuestos cambios
que son a futuro. Y esa es una forma menos violenta pero que lleva al
vaciamiento de las ideas”.
Sin embargo, Ávila sostuvo que “lo interesante de la
Argentina y América Latina hoy es que la idea de ser fuertes regionalmente y
juntos generó mucha pasión en los jóvenes que cada vez más se comprometen y se
vuelcan a la política. Los adolescentes son como los jóvenes en los 70, creen
profundamente en lo que piensan, y por eso son considerados peligrosos por el poder
hegemónico”.
En ese sentido, lo que el director rescata de la lucha de
Montoneros es que “su ideal era el socialismo, el concepto del todo, en
contraposición de la idea individualista tan en boga en los 90. Eso -consignó-
lo movía todo, la idea de que el socialismo podía ser implementado, pero
justamente el gran problema fue la forma de implementación de ese socialismo”.
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