“El
rascacielos latino” es un inquietante documental, con formato de
pesquisa policial, que dirige y protagoniza Sebastián Schindel, en el
papel de un investigador que indaga en los profundos misterios que
rodean al Palacio Barolo de Buenos Aires, cuya construcción estaría
vinculada con “La Divina Comedia”, la masonería y un supuesto plan para
extender el fascismo por Latinoamérica.
La
investigación de Schindel, que incluye entrevistas, archivos y
documentos, busca establecer cuál es la verdad en relación a la muy
difundida pero poco probada conexión entre el Palacio Barolo (un
imponente edificio de estilo neogótico-neoromántico construido en la
década del 20 por el arquitecto italiano Mario Palanti), el escritor
italiano Dante Alighieri y su obra máxima, “La Divina Comedia”.
En el camino, y lejos de llegar a conclusiones firmes, el director y
protagonista se cruza con innumerables misterios, mitos y leyendas
urbanas que indican, entre otras cosas, que Palanti habría sido miembro
de una secta mística nacida en el medioevo y que, como tal, tendría el
cargo de escudero de un caballero templario: el mismísimo líder del
fascismo italiano, Benito Mussolini.
“Palanti podría haber sido un escudero de un caballero templario. En
su libro, Dante Alighieri pone a los templarios en el décimo cielo del
paraíso, y por encima de ellos sólo estaría Dios. Yo fantaseo con que,
quizás, el caballero al que él respondía era el propio Mussolini”,
señaló el cineasta, que comenzó a investigar en 2008 con la ayuda de
Sandra Cecilini y Josefina Barilari.
En ese sentido, Schindel agregó que “Palanti era un fascista
convencido y se puso a las órdenes de Mussolini, le hizo muchos
proyectos, pero ninguno fue aprobado. Al final, se retiró de la
arquitectura y se fue a vivir al campo supuestamente porque habría
perdido el favor del Duce debido a diferentes motivos”.
Entre las razones que habrían motivado la caída en desgracia de
Palanti estarían la extraña desaparición de una escultura de su autoría
que iba a ser ubicada en el centro del Barolo (hoy en día existe una
réplica en ese lugar) y donde planeaban guardar los restos del Dante, y
el retraso en la construcción del edificio, que debía terminarse en
1921, al cumplirse 600 años de la muerte del poeta italiano.
Inaugurado en 1923, dos años después de lo previsto, el Palacio
Barolo “expresa una arquitectura que iba a contramano de la época y que a
nadie le gustaba, porque les parecía un adefesio. Sin embargo
-especificó el director- era una arquitectura muy osada que posee una
cuestión monumental que lo liga con la arquitectura fascista. Su estilo
es neogótico, neoromántico, pero por sobre todo es ecléctico”.
Schindel señaló además que “el estilo ecléctico de Palanti estaba
relacionado también con algunos templos hindúes medievales y con un
misticismo más esotérico relacionado con otras creencias. Palanti
diseñaba templos casi fantásticos, cuya arquitectura era una mezcla de
todo y poseía reminiscencias de templos hindúes del siglo XIII”.
Para el cineasta, todos los misterios que rodean al Barolo hacen de
su historia “el Código Da Vinci argentino”, ya que en su entorno se
mezclan simbologías secretas vinculadas con la masonería (como la A y la
flor de lis de los indicadores en los ascensores del Barolo), muertes
sospechosas y la existencia de un edificio casi idéntico construido por
el propio Palanti en Montevideo, el Palacio Salvo.
En relación a la masonería, las pistas se ramifican y alcanzan al ex
presidente Bartolomé Mitre, que llegó al grado 33 dentro de la masonería
y fue el primer argentino en traducir “La Divina Comedia”, y a la
escultura El Pensador, del francés Auguste Rodin, que representa al
propio Dante en las puertas del infierno, fue traída al país por el
masón Eduardo Schiaffino y colocada a pocos metros del Barolo, de
espaldas al Congreso Nacional.
Amante de la arquitectura y estudiante de filosofía, Schindel señaló
que “no hay nada claro, porque la versión turística y la versión
académica se contradicen.
La primera da por sentado la relación del Barolo con `La Divina
Comedia` y los otros dicen que no hay pruebas documentadas. Por eso salí
a buscar cuál era la verdad de todo esto, entrevistando a la gente con
un ojo de guionista-director”.
Para intentar dar con la verdad entre tanto misterio, el cineasta
realizó una investigación de casi dos años en hemerotecas, bibliotecas,
archivos, visitando el Barolo y diversos edificios, haciendo entrevistas
a arquitectos e historiadores y encontrando archivos periodísticos que,
incluso, comparaban a la arquitectura de Palanti con los grabados
medievales de Gustav Doré, el ilustrador de “La Divina Comedia”.
“Fue una investigación casi policial. Siempre tuve claro que el modo y
la forma que quería darle a la película era la del policial negro. Todo
conducía a datos secretos, a personajes y datos muy misteriosos.
Todo es muy raro en relación a Palanti, no existen fotos suyas y
luego desaparece y se va a vivir al campo como un ermitaño, algo digno
de una película de ficción”, afirmó.
Schindel, para quien “ponen la piel de gallina tantas casualidades”
en torno al Barolo, destacó que “Palanti dibujó muchos templos, al igual
que los masones. Tenía un misticismo muy especial e incluso el Barolo
parece un templo que podría funcionar como una puerta dimensional, ya
que estaría alineado con la Cruz del Sur y la Rosa mística del cielo”.