miércoles, marzo 7

SEBASTIÁN MARTÍNEZ ESTRENÓ SU DOCUMENTAL "CENTRO"


Un registro contemplativo que retrata el complejo micromundo de peatones, comerciantes y personas en situación de calle que vibra en torno a la intersección de las calles Florida y Lavalle, en plena zona céntrica de la ciudad de Buenos Aires, es el eje de “Centro”, un atractivo documental de Sebastián Martínez que puede verse en salas porteñas.

Esta coproducción entre Argentina, España y Alemania, que concursó en la Competencia Internacional del 12do. Bafici, es el segundo largometraje de Martínez, quien se formó como cineasta en escuelas de Francia y España, y ya en 2005 había debutado como directo con el documental “París, Marsella”.

"En algún momento me di cuenta que estas calles eran un territorio plagado de información, lleno de material y, al mismo tiempo, descubrí que si iba a hacer una documental se trataría más de una película de espacios que de personajes", explicó Martínez.

"Siempre supe que iba a haber mucha sensación de cosa anónima, que si iba a haber personajes iban a aparecer en pinceladas pero que el territorio era el personaje central y que, precisamente, el `Centro` es esa especie de marea donde todos nos perdemos y somos anónimos", señaló el director.

Se trata de un documental de observación que tiene como escenario los locales, galerías y los espacios abiertos ubicados alrededor del cruce de Florida y Lavalle, y que expone -con increíble detalle y minuciosidad- los personajes y ambientes de esta típica esquina porteña, una de las más transitadas de la ciudad de Buenos Aires.

Con el apoyo de la escuela de cine documental Observatorio de Cine, Martínez realizó una profunda investigación sobre el microcentro, que le demandó tres años y que comenzó recorriendo la zona, estableciendo trayectos, buscando acontecimientos, lugares, situaciones que hablaran del lugar y pintaran el espíritu de la ciudad.

El resultado es un largometraje de 90 minutos que Martínez definió como "una película de cámara y de montaje", en el que casi sin diálogos se suceden una a otra distintas imágenes y sucesos de la ciudad: peluquerías, máquinas de café, mesas de billar, la Bolsa de Comercio, oficinas vacías, el río, los viejos cines de Lavalle hoy convertidos en bazares o templos evangelistas.

"Siempre aposté a la diversidad de la ciudad, a una cantidad de espacios y manifestaciones que corresponden a un territorio que es el Centro", contó Martínez, que inició sus estudios cinematográficos en la Universidad del Cine y los finalizó en la Universidad de París y en la Pompeu Fabra de Barcelona.

Entre las determinaciones que el realizador tomó para enfrentar este territorio estuvo la decisión de trabajar con trípode y cámara fija y captar la ciudad y sus movimientos desde esa posición.

"Me pareció que si me planteaba ir corriendo detrás de las cosas que pudieran suceder iba a terminar perdiéndome en el vértigo que impone la ciudad y entonces opté por la posición del cazador esperando la presa antes que yendo a su encuentro. Elegía los lugares, ponía la cámara y esperaba", recordó.

Martínez usó el cruce entre las calles Florida y Lavalle como epicentro del filme porque, según dijo, "son dos calles potentes, por un lado emblemáticas desde la historia de construcción de la ciudad y también tienen la particularidad de que una cruza la ciudad de Norte a Sur y la otra de Este a Oeste".

La película está planteada como una “sinfonía urbana” en la que “hay una búsqueda permanente de un ritmo de la ciudad”, que es mostrada por Martínez como un espacio colmado de voces, de imágenes, de llamadas de auxilio de personas que viven allí, pero en situación de calle.

Todo se funde y se confunde en ese espacio de ebullición permanente: lo marginal y lo elegante caminan por la misma vereda, la zona céntrica se transforma en síntesis de toda metrópolis donde conviven la desigualdad social, la violencia contenida, la miseria, el absurdo, la ironía, el humor.

En esas calles se encuentran comedores populares mezclados con restaurantes turísticos, cafés tradicionales, empresas financieras, iglesias evangelistas, bingos y complejos de juegos electrónicos, cines continuados, los bancos que en 2001 debieron blindar sus puertas ante los reclamos populares, fabricas de ropa de cuero, turistas, mendigos, oportunistas, carteristas, cartoneros y prostitutas.

Para concluir, Martínez apuntó que "la película siempre quiso ser un registro de lo exterior, de lo visible, donde lo extraordinario pasara a ser esa cuestión mágica que tiene el cine de resignificar las cosas, de transformar en extraño o distinto aquello que es del orden de lo cotidiano".

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