La película “Infancia clandestina”, opera prima de Benjamín Ávila que viene de competir en San Sebastián y de ganar el premio mayor del primer Festival Unasur Cine, fue elegida por la Academia de Cine y Artes Audiovisuales de la Argentina como su representante para disputar un lugar entre las candidatas al Oscar a Mejor Película Extranjera.
sábado, octubre 13
"INFANCIA CLANDESTINA", DE BENJAMÍN ÁVILA, DISPUTARÁ UN LUGAR ENTRE LAS CANDIDATAS A LOS PREMIOS OSCAR
La película “Infancia clandestina”, opera prima de Benjamín Ávila que viene de competir en San Sebastián y de ganar el premio mayor del primer Festival Unasur Cine, fue elegida por la Academia de Cine y Artes Audiovisuales de la Argentina como su representante para disputar un lugar entre las candidatas al Oscar a Mejor Película Extranjera.
"Infancia clandestina" logró 19 votos, seguida en
principio cabeza a cabeza por "El último Elvis", de Armando Bo
(nieto) con 18, y en tercer lugar "Elefante Blanco", de Pablo
Trapero, con 14 votos.
La película de Ávila, que protagonizan Natalia Oreiro y Ernesto
Alterio, y cuenta con la sorprendente actuación del niño debutante Teo
Gutiérrez Moreno, abrió la sección Horizontes Latinos de la 60ma. edición del Festival
de San Sebastián y ganó el premio al mejor largometraje del primer Festival
Unasur Cine, que se llevó a cabo en la provincia de San Juan.
En su primer filme, el cineasta y productor miembro del PCI
aborda el drama de su propia infancia, a través de un niño que sufre en carne
propia ser hijo de militantes montoneros durante la última dictadura militar.
“La película está
basada en hechos reales pero no es autobiográfica ni literal. Hay muchas cosas
que son ficción y lo que sucedió realmente está modificado para ese relato”,
afirmó el cineasta, quien a sus siete años vivió varias de las peripecias que
se desarrollan en la película, como adoptar otro nombre y personalidad, vivir
en la clandestinidad junto a sus padres y sufrir interrogatorios.
Emotiva desde el tratamiento humano de su temática, con
grandes actuaciones y una puesta en escena cinematográfica sólida y atractiva,
“Infancia clandestina” sigue los pasos de Juan, un niño que regresa en 1979
desde su exilio en Cuba para reencontrarse con sus padres, cuadros de peso en
la organización Montoneros, que en ese momento preparaba una contraofensiva
armada contra la dictadura militar.
Desde su mirada infantil, Juan -alias Ernesto, en homenaje a
su ídolo, el Che Guevara- asiste a la gravísima situación que vivía el país en
aquella etapa, sufre las dificultades propias de la clandestinidad y su doble
identidad, se enamora de una compañera del colegio y expresa sus momentos más
difíciles y violentos en imágenes inconscientes plasmadas en excelentes
secuencias de dibujos animados.
El director de “Nietos” -un documental sobre hijos de
desaparecidos cuya identidad fue restituida por Abuelas de Plaza de Mayo -
señaló que “siempre tuve claro que no era una película egocéntrica y que no era
yo el protagonista, sobre todo porque quería decir muchas cosas y dar una
mirada y un planteo de emociones nuevos con respecto a aquel momento
histórico”.
“El tema de la película son las emociones y la importancia
de las emociones en las ideas; no el concepto de las ideas, sino las emociones
que provocaban esas ideas. En esa época hubo una cuestión emocional muy
profunda, con conceptos muy vitales y no tan dogmáticos”, explicó Ávila, quien
está orgulloso de haber contado con la producción de Luis Puenzo para hacer
esta película basada en hechos reales.
Para el cineasta, el padre (César Troncoso) y el tío
(Alterio) de Juan, que forman parte de la misma organización, encarnan “dos
maneras diferentes de encarar la vida y la revolución que se estaba gestando,
porque cuando uno levanta una bandera corre el riesgo de ser duro y dogmático o
puede parecer blando por apelar al corazón y las emociones”.
“Infancia clandestina (o lo que puede imaginar un niño en la
clandestinidad de una Argentina convulsionada)” era el título del proyecto
original de Ávila, que busca mostrar una mirada diferente sobre el papel de
Montoneros en la situación sociopolítica de aquella época, a través de las
emociones y la historia de amor de un niño obligado a vivir un crecimiento
forzado y una adultez prematura.
“No quería exorcizar con la película nada de mi vida
personal, porque eso lo hago con mi psicólogo. Era un compromiso personal,
tenía que hacerla, era un deber íntimo, y mi intención era reivindicar esta
manera de entender la vida, de jugarse por un ideal pero desde las emociones”,
insistió el realizador.
Con la participación especial de Cristina Banegas, como la
abuela de Juan, la película también habla, según consignó Ávila, de “las
generaciones que estaban separadas por los miedos. Mis abuelos tenían una
relación con su cotidiano más burguesa y acomodaticia, mientras que la
generación de los 60 y 70 se jugó por un ideal y empezó a luchar para que el
mundo dejara de ser de ese modo”.
“Yo hubiera querido ser joven en aquella época. Tener ese
nivel de fe y compromiso, la seguridad de que estás cambiando el mundo, era
todo. Hoy esas palabras parecen huecas. Si en aquella época estaba en juego
todo y valía la pena pelear por los sueños, hoy son muy pocos los que se juegan
a fondo por sus ideales”, advirtió el cineasta, quien además interpreta a un
interrogador del niño protagonista.
“Ese cameo fue fuerte por muchas razones, porque sentía que
ponerme en el lugar del otro me iba a ayudar a diluir ese miedo innato que uno
tiene a que lo maten. Cuando te enfrentás a situaciones en las que podrías
haber muerto realmente, queda sembrado en tu interior un lugar del temor y el
pánico que quizás sea el mismo que quedó sembrado en la sociedad entera”,
opinó.
Para Ávila, lo que sucedió desde aquella época es que “las
ideas se vaciaron de posibilidades. Todos ahora saben que no se puede cambiar
el mundo. Se pasteurizó todo, se juegan juegos cínicos con supuestos cambios
que son a futuro. Y esa es una forma menos violenta pero que lleva al
vaciamiento de las ideas”.
Sin embargo, Ávila sostuvo que “lo interesante de la
Argentina y América Latina hoy es que la idea de ser fuertes regionalmente y
juntos generó mucha pasión en los jóvenes que cada vez más se comprometen y se
vuelcan a la política. Los adolescentes son como los jóvenes en los 70, creen
profundamente en lo que piensan, y por eso son considerados peligrosos por el poder
hegemónico”.
En ese sentido, lo que el director rescata de la lucha de
Montoneros es que “su ideal era el socialismo, el concepto del todo, en
contraposición de la idea individualista tan en boga en los 90. Eso -consignó-
lo movía todo, la idea de que el socialismo podía ser implementado, pero
justamente el gran problema fue la forma de implementación de ese socialismo”.
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