jueves, diciembre 6

"INFANCIA CLANDESTINA" GANÓ DIEZ PREMIOS SUR DE LA ACADEMIA DE LAS ARTES Y CIENCIAS CINEMATOGRÁFICAS

“Infancia clandestina”, de Benjamín Ávila, fue la gran ganadora de los Premios Sur de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, con un total de diez premios “Sur” que en esta séptima edición del evento fueron entregados a las mejores producciones locales estrenadas entre noviembre de 2011 y octubre de 2012.
Numerosas figuras de la industria cinematográfica local se reunieron para entregar o recibir premios en una ocasión en la que las grandes candidateadas fueron, finalmente, las que se llevaron más y mejores premios, dejando afuera a los más taquilleros, como “Dos más dos”, o con firma de autor, como “Elefante blanco”, de Pablo Trapero.
Así, “Infancia clandestina”, que por la misma Academia fue elegida recientemente como postulante argentina a los premios Oscar de su par estadounidense con sede en Los Ángeles, y a los premios Goya, de su par española, con sede en Madrid, que quedarán o no incluidas en sus ternas en enero de 2013, se llevó un total de diez premios.
Los premios recibidos por “Infancia clandestina” fueron los destinados a mejor película de ficción, mejor director (Benjamín Ávila), mejor actriz y actor protagónicos (Natalia Oreiro y Ernesto Alterio), actriz y actor de reparto (Cristina Banegas y el uruguayo César Troncoso), guión original (Ávila y Marcelo Müller), montaje (Gustavo Giani), diseño de vestuario (Ludmila Fincic) y sonido (Fernando Soldevila), compartido con el de El último Elvis.
“El último Elvis”, ópera prima de Armando Bó (nieto), se llevó un total de siete a saber actor revelación (John McInerny), fotografía (Javier Juliá), dirección de arte (Daniel Gimelberg), maquillaje y caracterización (Daniel Moccia), música original (Sebastián Escofet) y el compartido de sonido (Martín Porta), con el de “Infancia clandestina”.
El resto de los premios fueron mejor ópera prima para “Las acacias”, de Pablo Giorgelli, filme que se llevó también el de actriz revelación para la paraguaya Hebe Duarte; guión adaptado a Paula Hernández y Leonel D’Agostino por “Un amor”, según relato de Sergio Bizzio; película documental para “Tierra Sublevada 2: Oro Negro”, de Fernando Solanas, que no estuvo en la velada, y película extranjera para “Hugo”, de Martin Scorsese.
Como introducción, Juan José Campanella que en junio de 2013 estrenará “Metegol”, actual presidente la Academia se dirigió a los presentes y anunció una serie de actividades que la entidad encarará durante el año venidero, entre ellas la obtención de un mecenazgo del gobierno porteño para restauración de sonido de viejos filmes locales.
Al recibir el premio como mejor actriz, que le entregó Virginia Innocenti, Natalia Oreiro estuvo por primera vez en un acto de este tipo junto a Ricardo Mollo. La premiada recibió con emoción el lauro que no sólo le dedicó a su esposo sino a la madre de Benjamín Ávila, que ella recrea según el guión en el filme multipremiado. “Quiero agradecer a Benjamín por confiar en mí para interpretar a Charo –dijo Oreiro-, a todo el equipo compartirlo con mis amigas ternadas, agradecerle mucho a mi amor por acompañarme y estar siempre apoyándome, ayudándome en todo y se lo quiero dedicar a la mamá de Benjamín, desaparecida en 1979”, concluyó.
“Se lo dedico de corazón a todos los hijos de desaparecidos, y todas las Abuelas de Plaza de Mayo, a todos esos nietos que están por aparecer y van a aparecer, a todos los que han luchado y conservado la fe para vivir en la Argentina que tenemos hoy, lo que vivimos hoy es porque hay muchos que ya no están y lucharon para que estemos aquí”, concluyó Ávila.

EN "EL RASCACIELOS LATINO", SCHINDEL INDAGA EN LOS MISTERIOS DEL PALACIO BAROLO DE BUENOS AIRES



“El rascacielos latino” es un inquietante documental, con formato de pesquisa policial, que dirige y protagoniza Sebastián Schindel, en el papel de un investigador que indaga en los profundos misterios que rodean al Palacio Barolo de Buenos Aires, cuya construcción estaría vinculada con “La Divina Comedia”, la masonería y un supuesto plan para extender el fascismo por Latinoamérica.
La investigación de Schindel, que incluye entrevistas, archivos y documentos, busca establecer cuál es la verdad en relación a la muy difundida pero poco probada conexión entre el Palacio Barolo (un imponente edificio de estilo neogótico-neoromántico construido en la década del 20 por el arquitecto italiano Mario Palanti), el escritor italiano Dante Alighieri y su obra máxima, “La Divina Comedia”.
En el camino, y lejos de llegar a conclusiones firmes, el director y protagonista se cruza con innumerables misterios, mitos y leyendas urbanas que indican, entre otras cosas, que Palanti habría sido miembro de una secta mística nacida en el medioevo y que, como tal, tendría el cargo de escudero de un caballero templario: el mismísimo líder del fascismo italiano, Benito Mussolini.
“Palanti podría haber sido un escudero de un caballero templario. En su libro, Dante Alighieri pone a los templarios en el décimo cielo del paraíso, y por encima de ellos sólo estaría Dios. Yo fantaseo con que, quizás, el caballero al que él respondía era el propio Mussolini”, señaló el cineasta, que comenzó a investigar en 2008 con la ayuda de Sandra Cecilini y Josefina Barilari.
En ese sentido, Schindel agregó que “Palanti era un fascista convencido y se puso a las órdenes de Mussolini, le hizo muchos proyectos, pero ninguno fue aprobado. Al final, se retiró de la arquitectura y se fue a vivir al campo supuestamente porque habría perdido el favor del Duce debido a diferentes motivos”.
Entre las razones que habrían motivado la caída en desgracia de Palanti estarían la extraña desaparición de una escultura de su autoría que iba a ser ubicada en el centro del Barolo (hoy en día existe una réplica en ese lugar) y donde planeaban guardar los restos del Dante, y el retraso en la construcción del edificio, que debía terminarse en 1921, al cumplirse 600 años de la muerte del poeta italiano.
Inaugurado en 1923, dos años después de lo previsto, el Palacio Barolo “expresa una arquitectura que iba a contramano de la época y que a nadie le gustaba, porque les parecía un adefesio. Sin embargo -especificó el director- era una arquitectura muy osada que posee una cuestión monumental que lo liga con la arquitectura fascista. Su estilo es neogótico, neoromántico, pero por sobre todo es ecléctico”.
Schindel señaló además que “el estilo ecléctico de Palanti estaba relacionado también con algunos templos hindúes medievales y con un misticismo más esotérico relacionado con otras creencias. Palanti diseñaba templos casi fantásticos, cuya arquitectura era una mezcla de todo y poseía reminiscencias de templos hindúes del siglo XIII”.
Para el cineasta, todos los misterios que rodean al Barolo hacen de su historia “el Código Da Vinci argentino”, ya que en su entorno se mezclan simbologías secretas vinculadas con la masonería (como la A y la flor de lis de los indicadores en los ascensores del Barolo), muertes sospechosas y la existencia de un edificio casi idéntico construido por el propio Palanti en Montevideo, el Palacio Salvo.
En relación a la masonería, las pistas se ramifican y alcanzan al ex presidente Bartolomé Mitre, que llegó al grado 33 dentro de la masonería y fue el primer argentino en traducir “La Divina Comedia”, y a la escultura El Pensador, del francés Auguste Rodin, que representa al propio Dante en las puertas del infierno, fue traída al país por el masón Eduardo Schiaffino y colocada a pocos metros del Barolo, de espaldas al Congreso Nacional.
Amante de la arquitectura y estudiante de filosofía, Schindel señaló que “no hay nada claro, porque la versión turística y la versión académica se contradicen.
La primera da por sentado la relación del Barolo con `La Divina Comedia` y los otros dicen que no hay pruebas documentadas. Por eso salí a buscar cuál era la verdad de todo esto, entrevistando a la gente con un ojo de guionista-director”.
Para intentar dar con la verdad entre tanto misterio, el cineasta realizó una investigación de casi dos años en hemerotecas, bibliotecas, archivos, visitando el Barolo y diversos edificios, haciendo entrevistas a arquitectos e historiadores y encontrando archivos periodísticos que, incluso, comparaban a la arquitectura de Palanti con los grabados medievales de Gustav Doré, el ilustrador de “La Divina Comedia”.
“Fue una investigación casi policial. Siempre tuve claro que el modo y la forma que quería darle a la película era la del policial negro. Todo conducía a datos secretos, a personajes y datos muy misteriosos.
Todo es muy raro en relación a Palanti, no existen fotos suyas y luego desaparece y se va a vivir al campo como un ermitaño, algo digno de una película de ficción”, afirmó.
Schindel, para quien “ponen la piel de gallina tantas casualidades” en torno al Barolo, destacó que “Palanti dibujó muchos templos, al igual que los masones. Tenía un misticismo muy especial e incluso el Barolo parece un templo que podría funcionar como una puerta dimensional, ya que estaría alineado con la Cruz del Sur y la Rosa mística del cielo”.